No todas vivimos la maternidad de la misma manera, pero para todas, la maternidad es un reto y quien diga que no, lo más probable es que no sea mamá. Es hermoso pero, es un reto diario, es más que un trabajo, no puedes decir renuncio, no puedes decir me tomo unas vacaciones y regreso en un mes, no es algo que puedas dejarlo para después, que lindo sería vivir la maternidad sin mayores altibajos, sólo con la parte bonita, sin preocuparte de la lista de cosas por hacer, del desorden de la sala , de los platos que hay que lavar por enésima vez, hacer compras, lavar ropa, cocinar, atender las necesidades de tu bebé o para las mamis que tiene otras responsabilidades fuera de casa, trabajo, reuniones, tu hijo te pide tiempo, tu esposo te pide tiempo, tu familia te pide tiempo y no importa lo que hagas pareciera que nunca es suficiente, y empiezas a sentir además de un cansancio físico, un cansancio emocional, quisieras multiplicarte y de repente así lograrías la tan anhelada perfección y no sentirte tan mal contigo misma por fallar.
Pero, por otro lado, ser madre nos envuelve de un sentimiento de amor indescriptible hacia nuestro bebé y aunque no dejamos de estar consiente de lo duro que es, nos invade un amor casi ciego que hace que todo valga la pena, dándonos suficientes motivos para continuar esforzándonos. Esta es la parte bella, la que nos hace sentir en las nubes con sólo observar a nuestros hijos, cada logro que realizan nos llena de orgullo, cada ocurrencia que nos saca sonrisas y risas, sus bracitos alrededor de nuestro cuello, toda la ternura y la vida que nos transmiten, los recuerdos que creamos juntos, los sueños que soñamos para ellos y es tan maravillosa esta parte de ser madre que, incluso a muchas, nos hace querer repetirlo y tener más hijos, estamos locas? sí, locas de amor diría yo.
Ser mamá es una de las experiencias más increíbles que me ha tocado vivir, que se me haya permitido ser madre de mi preciosa hija es algo que nunca terminaré de agradecer, pero en este camino no todo es color de rosa, aunque los medios siempre nos muestran una imagen endulzada de la maternidad donde todo es sonrisas, madres conciliando el trabajo y la crianza a la perfección, la verdad es que para mí es el mayor reto con el que tenido que lidiar, con una cesárea de emergencia, una bebé prematura, cada etapa, cada fase acompañada de miedos, de dudas, de estrés, con esos momentos que nos pueden llevar al límite, porque siendo honestas esa es la parte que no nos gusta, la parte de la que no queremos hablar, el mostrarnos vulnerables y falibles nos puede hacer presa fácil del juicio, de la descalificación y callamos.
La maternidad es como el parto, doloroso e increíblemente hermoso, nos trae felicidad y lágrimas, nos llena de miedos y aumenta nuestra fe, nos hace querer salir corriendo y a la vez no desear separarnos de nuestro bebé ni un instante, nos hace sentir realizadas y por momentos frustradas, un manojo de emociones encontradas, es casi irónico, pero es la realidad de la maternidad y no nos hace mal admitirlo sino todo lo contrario, no podemos aparentar que todo es una maravilla cuando estamos cargando con un peso interno y tenemos miedo de ser juzgadas por ser honestas, es más bien liberador reconocer nuestras deficiencias y debilidades, cambiar lo que se tenga que cambiar, sin complicarnos y ser menos duras y críticas con nosotras mismas y con otras madres, pero lo que es más importante poder disfrutar de este loco pero hermoso regalo que es ser madre.
La maternidad tiene estas dos caras, dos caras de una misma moneda, está la difícil, la demandante, la agotadora y tiene la otra, la hermosa, la de los momentos alegres, de las lágrimas de felicidad, la significativa, de los “te amo mamá”, la que nos llena el corazón de amor y de gratitud a Dios, y eso es más que suficiente para que abracemos este regalo que nos ha sido dado con todas nuestras fuerzas, con lo bueno y lo malo y hacerlo cada día una y otra vez. Hubo una época en la que me era mucho más difícil manejar estas dos caras de la maternidad, sigue siendo difícil, pero estoy aprendiendo a aceptar que no puedo controlar los sucesos, que con los hijos vienen las preocupaciones, las malas noches, el desorden, las fiebres, las alergias, la comida en el piso, estoy aprendiendo a no dejar que esto desdibuje la parte buena, a respirar hondo y recoger lo regado, enseñar con el ejemplo y entender a mi hijita que también está aprendiendo, pues ella es la parte buena de todo, el motivo y la razón de porqué ser madre me hace feliz.
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