Hace unos días conocí a una mami en el parque, los que me conocen saben que no soy muy buena para empezar conversaciones, en realidad fue ella la que la inició y ese pequeño momento resultó ser una de las conversaciones más honestas y empáticas que he tenido con una mamá en mucho tiempo, lo resaltante del caso fue su honestidad, no fue una de esas conversaciones acerca de cómo se debe criar un hijo o de lo superdotado que es el suyo, o de lo buena y abnegada que es ella, fue más como: “sabes, no es fácil”, “meto la pata” y “no pensé que fuera tanto trabajo”, y otras cosas más que algunas madres no confesarían, que no se las dirían a nadie y menos a una extraña, pero podía entenderla, ella es una mamá que trabaja, yo me quedo en casa, pero teníamos algo en común, éramos dos mamás imperfectas y lo admitíamos, ninguna de las dos se sintió mejor madre que la otra, fue casi liberador podría decir. Y pensé en lo genial que es esto, cuánto necesitamos de estos momentos de catarsis y empatía entre mamás, es difícil para una perfeccionista como yo admitir que no la hago, que fallo y que no soy una superwoman y he llegado al punto en que no temo reconocerlo, lo admito.
Esto me ha llevado a hacerles esta confesión, una lista de cosas que en otro tiempo no admitiría por temor a quedar mal, que no se las diría a nadie, pero se las comparto porque al fin y al cabo yo también soy una mamá de carne y hueso:
Admito que más de una vez he dejado los platos y ollas sin lavar hasta el día siguiente.
Admito que no he horneado un solo keke o cupcake con mi hija, no me gusta la repostería, lo bueno es que tengo una hija a la que no le gusta el dulce y la única vez que hizo galletas con su papá no se las comió ni siquiera las probó.
Admito que no baño a mi hija religiosamente todos los días, especialmente si salimos y llegamos muy tarde de la noche.
Admito que han habido días que yo no me he bañado, si no tengo que salir y termino el día tan agotada, sólo me desplomo en la cama y ya.
Admito que a veces cocino lo suficiente para que alcance para dos días, así no tengo que cocinar todos los días.
Admito que una de las cosas que más me gusta de visitar a mi mami los domingos además de verla y conversar con ella y con la familia, es que no tengo que cocinar ni hacer cosas en la casa, es mi break (gracias mami)
Admito que no puedo hacer dos cosas a la vez, a veces tengo que hacerlo pero no es lo mío, no puedo.
Admito que a veces pienso en voz alta y me veo a mi misma hablando sola en la casa y en Inglés (me sirve para practicar)
Admito que no siempre plancho la ropa que le pongo a mi hija, a menos que esté muy arrugada, excepto cuando todavía era una bebé
Admito que no me gusta jugar y correr pero me encanta la sonrisa de mi hijita cuando lo hago, así que eso me motiva.
Admito que ha habido veces que le he hablado a mi hija sin dejar de ver mi celular, algo que no me enorgullece y que estoy cambiando.
Admito que algunas veces me hago la dormida cuando mi hija se levanta muy temprano el fin de semana para que se vuelva a dormir, a veces funciona.
Admito que algunas veces he dejado a mi hija jugar con la tablet o celular un poco más de tiempo para poder sentarme en el mueble y echar una siesta o simplemente cerrar los ojos, tomar un café o leer alguna artículo interesante en silencio sin que me interrumpa.
Admito haber sido menos paciente con ella cuando era más chiquita que ahora, pero creo que era menos paciente conmigo y con todo.
Ya está, ya lo confesé, lo admití, no soy una super mamá y no pretendo serlo, hago lo mejor que puedo, doy lo mejor de mí y de repente no doy “la talla” y es que tengo limitaciones y lo asumo, pues cuando más dura y crítica soy conmigo, lo soy aún más con mi hija, cuando me hago bullying a mi misma señalando mis propios errores y fallas una y otra vez no soy capaz de tolerar las fallas en otros, en especial de los que más amo y reconocer que está bien si no eres perfecto, que mi hija sepa que puede caerse sin sentir que es una torpe, que es parte de crecer y parte de la vida, caerse e intentarlo de nuevo, que la amo sin condiciones, que no tiene que ser “la mejor” en todo, pero no puedo hacerlo si no pienso lo mismo de mi misma.
A veces necesitamos 10 minutos de break o un poco más, tomarnos un café, leer algo, tener un momento con Dios y pedirle nuevas fuerzas para cada día y hacer algo que nos guste, un tiempo para nosotras para relajarnos, para recargar baterías y estar de mejor humor, menos irritables. Mi casa no estará aspirada todos los días, ni el jardín verdecito, pero tengo momentos de risas y juegos con mi hija, menos tensión matrimonial y de descarga emocional, y es que el estado de ánimo de mamá influye tremendamente en todo el clima del hogar, podría decirse que somos el corazón de nuestra familia, somos mamás imperfectas, somos mamás reales, somos mamás que aman con locura a sus hijos. Si Dios nos hizo madres no era porque fuésemos perfectas sino porque somos las madres que nuestros hijos necesitan.
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