No estoy en contra de adquirir cosas, si son necesarias o para darte un gusto de vez en cuando ¿porqué no?, pero no podemos negar que el materialismo es algo real y puede llegar a controlarnos, a gobernarnos y así también a nuestros hijos sino hacemos algo. Y es que no es sólo un problema de dinero, es un problema moral, que afecta a una persona en todos los aspectos, social, emocional, espiritual y ecológicamente. Claro que como padres queremos darle lo mejor a nuestros hijos, pero creo que tenemos que detenernos a pensar por un momento, ¿es más importante satisfacer un deseo superficial, que formar su carácter para el futuro? y es que nada es seguro en esta economía, hay recesiones, hay inflaciones ¿cómo los prepararemos para la vida si les damos todo en bandeja? sólo porque pensamos que nada les debe faltar, al parecer ahora hay que sentir pena de nosotros mismos por no tener algo, por no poder obtener algún símbolo de estatus creyendo que eso nos hace valiosos ¿así está nuestra autoestima?
El corazón de mi hija todavía no está gobernado por ese pensamiento “soy feliz porque tengo cosas”, ¿qué se supone que un niño debe sentir o pensar acerca de sí mismo por no tener o poder adquirir un juguete?, si ven a sus padres frustrados cada vez que no obtienen lo que quieren, obviamente pensará que es motivo para estar tristes, que la gente sentiría pena por el/ella, que la felicidad está en el consumo y la adquisición de cosas. Aún si algunos estamos tratando de no ser influenciados por todo esto, nos vamos a topar con cosas chocantes como nidos con viajes de promoción al Cuzco, fiestas de cumpleaños con mas planeamiento y gasto que una boda, que si las compañeritas del colegio tienen la ultima Barbie mi hija también tiene que tener y es que sino le puedo crear un trauma, y preguntas ¿En qué colegio lo vas a poner? sólo para presumir del colegio que te permites pagarle a tu hijo, tanto es así este afán que estamos llegando incluso a privarnos de lo esencial, para costear lo trivial.
El dinero no es malo, es amoral, el asunto está en cómo lo usamos, porque si se vuelve la fuente de nuestra felicidad nos convertiremos en las personas más infelices del mundo y así también nuestros hijos. ¿Cómo aprenderán del autocontrol, del dominio propio, de la solidaridad? si vivimos compitiendo con el vecino por ver quién tiene el ultimo juguete o la novedad tecnológica en venta. Nuestros hijos son el público objetivo de muchas empresas de publicidad, son el blanco principal del marketing, por ser uno de los más grandes consumidores que tienen, del 20% al 40% de las ventas de juguetes no se hubiesen realizado sin la insistencia de los hijos a sus padres. Nuestros hijos están expuestos a esto, pero el que se vuelvan consumidores compulsivos no es culpa de la publicidad sino de la dinámica familiar, el ceder, no poner limites, de nuestro ejemplo y actitud frente a las cosas. Convertimos el shopping en el momento familiar de la semana perdiéndonos de disfrutar la vida en familia y del tiempo con nuestros hijos fortaleciendo los vínculos afectivos, estas cosas son gratis, no tienen valor económico.
Es todo un tema, y pueden haber distintos puntos de vista, pero creo que lo mas importante es darnos cuenta que nosotros los padres somos la mayor influencia que nuestros hijos tienen, su primer referente. Por eso, esforcémonos en desarrollar en ellos verdaderos valores, que no son los económicos, son los morales. Si queremos hijos felices, libres del materialismo empecemos por nosotros mismos, ordenemos nuestra finanzas, con consumo responsable, con contentamiento y en cualquier economía podremos mantenernos firmes y estables. Siempre dando gracias por lo poco o lo mucho que tenemos y enseñarle lo mismo a nuestros hijos para que aprendan a ser agradecidos, pues al final somos administradores de los recursos que se nos han dado y es a Dios al que tenemos que dar cuenta.
La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
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