Llegamos, uso una mascarilla porque mi hemoglobina está un poco baja y por si acaso, sólo podemos subir por el ascensor y hay que hacer cola, estás en el segundo piso, en UCI de Neonatología, tan cerca y tan lejos. Subimos y ya hay otros padres esperando, una enfermera nos da las instrucciones, es amable pero a la vez muy estricta: No pueden entrar con casaca, ni cartera, ni joyas, no pueden tomar fotos. Nos dan una bata esterilizada y en un pequeño baño debemos lavarnos las manos con un antibacterial, antibacterial tan fuerte que terminaría por irritarme la piel luego de unos días. Esta área es un pasillo largo con varias habitaciones a los lados y un counter en el medio, tú estas al fondo en el último cuarto, en UCI. Quisiera entrar corriendo a verte, tengo que esperar sólo un poco más, hasta que por fin nos dejan pasar, me muero por ver tu carita, no te he visto, sólo por fotos (que papá tomó a escondidas), quiero verte. Entramos a tu cuarto y tenemos que volver a lavarnos las manos con antibacterial. Veo que tienes muchos compañeritos, hay varias incubadoras, con bebés chiquititos como tú, ¿cual será la tuya? Papito me señala dónde estás, él sabe porque él ha estado viniendo todos estos 10 días sin faltar ni uno y soportando, el pobre, mi bombardeo de preguntas e indicaciones por saber de ti.
Nuevamente tengo que esperar porque hay dos enfermeras contigo y están pinchando tu piecito, ¿porqué?, ¿para qué?, lloras y yo lloro contigo, pero tan pronto como se van te calmas, es tamizaje me dicen y es importante, ya pasó mi bebita, eres valiente y eres bella. Te veo, te observo, nunca había visto una bebé tan chiquita, como me la podría llevar a casa, aún si quisiera, aún si pudiera, estás muy pequeña, muy frágil. Me dicen que es mejor que no te toque por si acaso, sólo papá te acaricia a través de la incubadora. Te miro, te hablo y no quiero que pasen los minutos, sólo tenemos 30... quiero que sepas que estoy aquí, que mami esta aquí, que no se va a ir nunca más y que siempre va a estar ahí para ti, dicen que los bebés perciben, no entiendes lo que te digo pero sé que de algún modo lo sabes. Te sonríes, dicen que es un reflejo, pero yo creo que fue una sonrisa para mami, te ves tan tranquila, de una forma que me llena de paz, bostezas y te estiras pero no lloras, no te lamentas, como diciendome: mami estoy bien, mira qué bien me la paso durmiendo, no te angusties.
El pañal para recién nacidos te queda gigante, tienes una vía en el bracito para el suero y el antibiótico, pues estás con infección en el estomaguito, también tienes un monitor para tu ritmo cardíaco y su sonido me tendrá cardíaca por los siguientes días, además tienes una sonda en la boquita por donde te irán dando a probar gotitas de leche, aunque todavía no la toleras. La doctora nos da un informe de tu estado, ella habla y puedo notar algo que luego veré y escucharé en cada doctor con el que hablemos, que no hay promesas para mañana, que con los prematuros se vive día a día, pueden estar bien hoy pero mañana pueden empeorar, así de crudo, así de real, no me dicen cuantos días te quedarás, no lo saben, todo depende. Mi corazón sólo genera ruegos a Dios en silencio, de tantos que ya le hecho, pero a la vez surge la fé en medio del dolor, se levanta y me sostiene y sé que a ti también, pues lo veo con mis propios ojos.
Termina la visita y empieza esta etapa de idas y venidas, horas interminables de extracción de leche, angustia, alegría con cada progreso diario, ser testigo de otras historias de bebés prematuros, la mayoría regresarán a casa, mientras estuve 2 no lo hicieron....., palabras de ánimo y mucha empatía entre mamás; todas esperando ese gran día en que nos digan: señora ya se puede llevar a su bebé. Salimos pero mi corazón se queda en este hospital, mi pensamiento contigo y mi oración continua: Dios cuídala, protégela, yo no puedo estar allí con ella pero Tú si. Ya en casa lo único que ocupa mi mente es que llegue mañana para volverte a verte mi bebita, te amo...
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