Esta situación no ha sido la única en la que actué sin empatía, sin embargo esta experiencia me enseñó a evaluar y considerar las cosas antes de reaccionar, y también a tener la humildad de pedirle perdón a mi hija, porque los padres también nos equivocamos y esta bien reconocerlo y rectificar, porque cuando lo hacemos ellos empiezan a entender el concepto de perdón, y puedo ver que mi hija esta aprendiendo a hacerlo por iniciativa propia sin ser coaccionada u obligada a disculparse. Aunque muchas veces no es fácil entender a nuestros hijos y van a suceder estos episodios, pues los padres no somos perfectos, ¿saben qué es mejor? no tener que llegar a ese punto, no tener que lamentarnos por el daño causado en sus pequeños corazones, al actuar sin empatía creamos distancia entre nuestros hijos y nosotros, en vez de crear puentes que nos unan a ellos.
Cuántas veces los padres podemos estar siendo injustos con nuestros hijos en distintas situaciones, consciente o inconscientemente, porque no nos ponemos en su lugar. Esperamos que ellos vayan a nuestro ritmo e incluso que piensen y actúen como nosotros sin considerar que los niños, por más pequeños que sean, también son personas, individuos con emociones, con personalidad propia, con derechos y que también merecen respeto. Es difícil ver las cosas desde la perspectiva de otros y más aún de niños pequeños pero no olvidemos que nosotros también fuimos niños. Queremos que ellos nos entiendan y no tratamos de entenderlos, de conocerlos, de ponernos en sus zapatos.
Ponernos en sus zapatos es, no minimizar lo que el niño siente y sus motivos, ¿tienes miedo?, ¿estás enojado?, ¿estás triste?, te entiendo, yo tambien me he sentido así.
Ponernos en sus zapatos es, escucharlos cuando vengan con sus mil porqués, cuando acuden a nosotros en busca de respuestas, en busca de esa persona a la que le puedan contar sus historias aunque estés en medio de tu programa favorito o de un partido muy interesante, ellos no entienden de esas cosas, si les decimos: no molestes o déjame tranquilo, lo que ellos entienden es: esto es más importante para mi que tú.
Ponernos en sus zapatos es, considerar sus malestares físicos, su dolor, su cansancio y no enojarnos porque no se quieren levantar temprano si el día anterior les dejamos ir tarde a dormir, siendo nosotros los responsables de crear en ellos hábitos saludables de descanso.
Ponernos en sus zapatos es, no ridiculizarlos, burlarnos de ellos o ponerles apodos, esto afecta su autoestima; reirnos de sus fallas o hablar negativamente de ellos en público o en privado es humillarlos, esto quiebra su espíritu.
Ponernos en sus zapatos es, dejarlos ser niños, un niño juega, salta y hace ruido, es lo natural, sin embargo pretender que los niños “no molesten” y se mantengan quietos todo el tiempo, es negarles su derecho de ser niños.
Ponernos en sus zapatos es, no enojarnos con ellos por cosas que ellos no pueden controlar, que son accidentales, los accidentes nos pasan a todos.
Ponernos en sus zapatos es, no forzarlos a realizar cosas en contra de su voluntad y menos haciendo uso de la fuerza, lo que conseguimos con eso es que piensen que esta bien que la gente los trate así.
Ponernos en sus zapatos es, entender que están aprendiendo y que hay cosas que les va a tomar algún tiempo antes de que lo hagan del todo bien.
En conclusión, ponernos en sus zapatos es tratarlos como quisiéramos que nos trataran a nosotros y preguntarnos ¿Cómo me sentiría yo si me pasara lo que le sucedió?, ¿Me gustaría que me hicieran lo mismo?, ¿Qué me gustaría que hicieran por mí si yo estuviera en su situación?. Creo que no hay mejor forma de demostrarles cuánto les amamos que poniéndonos en sus zapatos.
“Una persona es una persona, no importa que tan pequeña sea”
- Dr. Seuss, Horton hears a who!
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