Debo confesar mi inclinación por tener todo bajo control y el temor a que algo le pueda pasar a mi hija me hace estar siempre en alerta, previendo, siempre precavida, pensando en lo que puede pasar si…. Hasta cierto punto creo que eso está bien porque tampoco se trata de desatender a los hijos y exponerlos, debemos cuidarlos, velar por su integridad y todo eso, pero hasta donde es saludable y a partir de qué punto raya en lo exagerado. Una de las señales más resaltantes del síndrome en mí es la angustia de la separación, perfectamente normal hasta que te das cuenta que no eres capaz de dejar a tus hijos ni siquiera en casa de la abuelita por un rato (perdóname mami), ya lo he empezado a hacer y déjenme decirles que mi hija es la más feliz quedándose con su abuelita. Lo mismo en su primer día en el nido, a la salida yo preocupada por cómo le habría ido y ella sale con su primer rasguño en la rodilla pero con una sonrisa de oreja a oreja. Por poner otro ejemplo el primer día que fuimos a los juegos del parque, esos grandes con puentes y resbaladeras y "posibilidades de caerse" pero que al final me hicieron notar que ella era más ágil físicamente de lo que yo pensaba.
Siempre este proceso de separación y de desprendimiento ha sido más difícil para mí que para ella, pero gracias a su personalidad más bien independiente no se ha visto afectada, pues ella siempre está determinada a hacer las cosas por sí misma, soy yo la que debe soltar, la que debe enseñarle y dejar que lo haga, aunque vigilando a una distancia prudencial, pues no quiero generar en ella más bien inseguridades y dependencia creando un daño a su autoestima, pues así como las madres aprendemos y nos equivocamos, nuestros hijos también necesitan aprender de sus errores, ensayo y error. Así como también necesitan su espacio, explorar, socializar. Pronto tendrá su primer paseo del nido y los padres no pueden ir, así que ya se imaginarán mi corazón latiendo a mil ese día, pero ya decidimos dejarla ir, he visto que no es muy lejos y que están tomando todas las medidas de seguridad, así que será uno de esos momentos difíciles para una mamá gallina pero necesarios para que los pollitos se desenvuelvan en grupo.
Ana Paula irá creciendo y haciéndose cada vez más independiente y yo creo que siempre seré una mamá gallina en mi interior pero una que enseña a su pollita a valerse por sí mismo una mamá gallina pero sin síndrome, una que la aliente no que la desanime, una que le dé confianza no inseguridad, una que la afirme no que la critique, una que se adapte a los cambios y no que tenga miedo de lo que pueda pasar, esa es la mamá que quiero ser. Lo cierto es que yo no sé lo que pueda pasar, hay cosas que escapan de mi control, así que lo que he decidido hacer es orar cada día por ella y confiar en que Dios me la está cuidando.
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